iSOY CATÓLICO(A)!
iSOY CATÓLICO(A)!
No soy católico(a):
No soy católico(a) por el Papa, aunque su labor como Pastor de la Iglesia y sucesor de Pedro, a quien Jesús confió las llaves del Reino, es fundamental (Mateo 16:18-19).
No soy católico(a) por los cardenales, aunque son guardianes de la fe (Hebreos 13:17).
No soy católico(a) por sus misioneros, monjes, monjas o fieles laicos, aunque con su entrega demuestran el amor de Cristo.
No soy católico(a) por sus templos, escuelas u obras de caridad, aunque reflejen la fe viva que mueve a la Iglesia (Gálatas 5:6).
¿Por qué soy católico(a)?
Soy católico(a):
Porque mi fe está puesta en Dios, no en los hombres, como nos advierte la Escritura: “Maldito el hombre que confía en el hombre, que se apoya en un ser humano, mientras su corazón se aparta del Señor” (Jeremías 17:5).
Porque fue Jesucristo, el Hijo de Dios, quien fundó esta Iglesia y prometió: "Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mateo 16:18). Esta promesa se ha cumplido a lo largo de la historia, pues, a pesar de los ataques desde dentro y fuera de la Iglesia, esta sigue siendo la casa de Cristo, el lugar donde Él habita. Por eso, de todas las religiones, es la única que ha enfrentado persecución constante y, aun así, permanece firme, porque su fundamento es divino.
Porque sigo las enseñanzas de Jesucristo, quien dijo: "No penséis que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolir, sino a cumplir" (Mateo 5:17). La Iglesia Católica no se aparta de la verdad revelada por Dios y nos llama a vivir conforme a su Palabra y sus mandamientos.
Porque, aunque en la Iglesia haya habido traidores como Judas Iscariote, quien vendió a Jesús, o incluso San Pedro, que negó a Cristo tres veces (Mateo 26:69-75), siempre ha habido pecadores y falsos profetas. Somos humanos, imperfectos, y como dijo Jesús: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra” (Juan 8:7). San Pablo nos advierte: "Aunque un ángel del cielo les anuncie un evangelio diferente, sea anatema" (Gálatas 1:8). Mi fe no está puesta en los hombres. Todo hombre, incluso el más santo, es pecador, pero la Iglesia permanece santa porque es guiada por el Espíritu Santo.
Porque un católico que no se forma, se deforma. Por eso, nuestra responsabilidad es seguir a Dios y vivir las enseñanzas bíblicas, no las opiniones ni los errores de los hombres. La Iglesia no depende de la perfección de sus miembros, sino de la gracia y la fidelidad de Dios, quien la sostiene.
Porque en ella Cristo está real y verdaderamente presente en la Eucaristía: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna” (Juan 6:51-58).
Porque es la única que conserva íntegra la fe apostólica: “Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular” (Efesios 2:19-20).
Porque en ella encuentro el perdón de los pecados (Juan 20:22-23) y la promesa de la vida eterna (Juan 3:16).
Porque la Iglesia honra a la Santísima Virgen María y a los santos, quienes interceden por nosotros: “Los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero, teniendo cada uno arpas y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos” (Apocalipsis 5:8).
Porque creo en la promesa de Jesús, quien aseguró: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). La Iglesia Católica es el cuerpo de Cristo, la columna y fundamento de la verdad (1 Timoteo 3:15).
Porque El Rosario es un arma poderosa:
El Rosario es un instrumento poderoso contra el demonio y el mal. Rezar el Rosario no solo nos protege del enemigo, sino que fortalece nuestra fe y nos ayuda a resistir las tentaciones. La Virgen María, en sus apariciones, ha insistido en la importancia del Rosario como un arma espiritual. Cada Ave María es un recordatorio de la humildad y la obediencia de María a la voluntad de Dios, y una súplica por su intercesión poderosa.
¡Viva la Iglesia Católica, Una, Santa, Católica y Apostólica! 